viernes, 24 de diciembre de 2010

Y si él...?

Supongo que tengo cierta tendencia a divagar, a “andar en las nubes” como dicen mis papás. Quizás no sea una característica mala… incluso podría ser hasta positiva y sana esta tendencia a imaginar. Pero al final tengo el fantástico don de convertir, cual alquimista absurdo, cualquier virtud en un defecto casi peligroso (y en general las cosas buenas en malas... entiéndase). Uno acaba creando realidades posibles y completamente falsas, situaciones que nunca (NUNCA) van a suceder por mucho que se alineen los planetas, buscando otros significados a frases simples (vamos... que según el contexto quizás quiso decir esto otro, quizás fue irónico, quizás fue una broma, esta palabra tiene múltiples significados, es que me miró a los ojos de cierta manera… por algo habrá sido ¿no?). Y al final… me encuentro viviendo en puras situaciones “posibles”, en ilusiones, en el “tal vez” y en el “y si…” Porque el divague termina allí y por muy maravilloso o espeluznante que sea todo nunca pasa al plano de lo real… y entonces la ilusión, la duda, la paranoia... y entonces la rabia ante no poder vivir siempre en la ensoñación y encontrarse el día de navidad frente al PC a las 5 de la mañana pensando en todas las cosas que podría estar haciendo (o que pude haber hecho) si las condiciones fuesen favorables en lugar de teclear como una posesa incoherencias que a nadie le importan.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Alarido

Las noches no son lo suficientemente largas y las estrellas no alcanzan para pedir todos mis deseos… tus abrazos tampoco alcanzan a cubrirme y mi sonrisa ya no es lo bastante creíble. Es que no soy lo suficientemente valiente como para gritar tu nombre cuando te necesito y solo queda retumbando en mi cabeza… es obvio que no me escuchas llamarte... pero ¿como culparte si soy yo la que no grita? ¿Como evito ahora que llegue la mañana y que su luz descubra mis mentiras?

martes, 7 de diciembre de 2010

Enjoy Death

Llamaba a las puertas de la muerte con la ansiedad de una niña exploradora. Vociferaba su nombre como un amante despechado, implorando sus caricias y sus besos de calavera fría: fundirme en su abrazo de sueño eterno. Ella… ¿ella? una atractiva mujer fatal que sensualmente llama prometiendo recibirnos con los brazos abiertos; una figura seductora que, cual sirena, cautiva con su trova llena de dulces promesas. ¿Y si fuese un chico? un muchacho dulce y viril en cuyos brazos fuertes seamos capaces de hallar, en el paroxismo de un orgasmo, el placer de morir.

¡Pero cariño! El puñal no llega a mi corazón y el veneno se vuelve agua al tocar mis labios, creo que me acostumbre a sobrevivir y, sin embargo, tengo serios problemas para aprender a vivir. Pero... ¿Sabes? ¡Yo quiero vivir! Necesito vivir para desear con frenesí a la muerte. Necesito vivir para correr con fuerza tras ella, para que no pueda escapar de mí... Para poder, por fin, poseerla como corresponde a dos tiernos amantes que se desean.